DIARIO DE UNA HUMANA

domingo, 15 de marzo de 2009

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DIARIO DE UNA HUMANA. (III)


Me daría de bofetadas por ser tan imbécil pero, ¡oh!, heme aquí otra vez. En este bareto de mala muerte... Sue, la patosa, la boba, la inconsciente Sue, se encuentra de nuevo sentada en una de las mesas más alejadas de Eric en el puto Fangtasía.
¿Pero que coño me está pasando...?
Vale, lo admito. Joder, está bien: al principio era como un juego, y porque Eric siempre me ha puesto mucho, desde el primer momento en el que le ví... joder, es que el tío está francamente bueno. ¿Que voy a hacerle...?, soy una mujer joven y con necesidades. Y no una remilgada o una mojigata, por supuesto.
Lo que, evidentemente, no me hace ni puta gracia es este Eric dominante y dominador. Me gusta cuando está quietecito y expuesto ante el mundo como un florero, jugando con sus chismes interminables, pero no tolero que esté ahí... ahí tan cerca, y mucho menos prestándome atención. ¿Porqué no ha seguido ignorándome como todo este tiempo y así yo he podido deleitarme en su contemplación? ¿Porqué coño le ha dado por hacerme caso justamente ahora...?
He llegado al Fangtasía aproximadamente como hace media hora... y he escogido la mesa más alejada de el. Que da igual, lo se, porque todos los vampiros tienen una visión increíble, pero es mi manera de mantener mi orgullo herido a flote. ¡Que cojones...!, no voy a obedecerle en todo lo que se le antoje. El ha sonreído ante mi pequeño acto de rebeldía pero no ha objetado nada. Sin embargo, he notado ese deje frío tan intenso y que mi instinto me indica que le estoy tocando pero bien los huevos... sintiendo un escalofrío, bebo un trago de cerveza. Coño, está caliente. Jadeo. Que mala, pero que mala.
Sintiendo una extraña aprensión en el pecho, giro mi rostro hacia el. Puedo percibir que ha escuchado perfectamente mi jadeo porque arquea una ceja, preguntándose a saber que, y luego se pasa un pulgar por su labio inferior. Siento una sacudida; pareciera que me estuviera acariciando a mi en lugar de a si mismo...
Oh, coño, basta. Definitivamente, esto es bastante extraño. Extrañísimo. De pronto, todo el Fangtasía entero se me viene encima y me siento ahogar. Me asfixio. En el local siempre hace mucho calor, demasiado, pero esta noche, coño, se están pasando con la calentura... la misma música ruidosa, las mismas vampiras bailando de mil maneras imposibles, las mismas colmilleras buscando que Eric le haga un simple aleteo de pestañas... y yo, ahogándome. Bajo ese puto calor. Como si estuviera en medio del desierto del Sahara.
Con un nuevo jadeo, me levanto. Necesito ir al baño como sea, y en mi precipitación casi tiro la silla. Estoy de un torpe en estos dos días... pero tengo de salir de aquí. A como de lugar. Recuerdo que en el baño de señoras hay una pequeña ventana que da a la calle directamente. Haciendo un cálculo aproximado del tamaño de mis caderas contra el de la ventana, si me giro bien igual puedo salir. Cualquier cosa con tal de no largarme por la puerta principal y volver a encontrármelo en la calle en plan chulo dominador.
¿Pero porqué habré venido esta noche también...?
Una vez en el baño me apoyo en el lavabo. El espejo me devuelve una imagen turbada, el pelo alborotado, los ojos brillantes y unas profundas ojeras surcando mis cuencas... la boca parece que ha sido mordida, hinchada y enrojecida. Y mi piel tan pálida que parezco una enferma... ¿pero que coño me está pasando? ¿De veras tengo tan mal aspecto????
Deslizo los ojos por mi cuello, frágil y quebradizo, y por mi pecho hasta llegar al escote. Mis pechos parecen querer reventar el vestido. Oh, joder... lo que me faltaba.
-Están de punta.
Vaya. De puta madre.
Cerrando un segundo los ojos, respiro. Luego inspiro. Y luego los abro, y los aparto de mis pecos (buena talla cien, si señor...)
El está ahí. Mirándome. Se refleja en el espejo apoyado en la espalda de lado, sonriendo. Un poquito. Hay tan poco espacio entre el y yo que el ambiente se enrarece súbitamente. Baja varios grados, sube el calor.
-Esto es el aseo de señoras -le contestó con voz lo más tranquila posible mirándole a través del espejo.
El emite una risita, como un gorjeo gracioso, y se mira sus manos con atención.
-Todas las señoras de este local son mías -susurra.- Como este aseo. Como este bar.
Un incómodo silencio flota entre los dos. El se sigue mirando las manos y yo le miro a el con expresión casi desorbitada. ¿Qué se supone que tengo que responder...?
Apretando los puños sobre la loza blanca, inspiro aire. El me mira rápidamente. Es como si mi respiración estuviera conectada con sus ojos cuando hago eso... vuelve a sonreir.
-Oh, tu olor... -susurra.- Me encanta cuando haces eso.
-¿Cuando hago que?
Me sigue mirando detenidamente, pero no hace nada. No se porqué coño no hace nada pero el caso es que me dan ganas de abofetearle. No suelo ser muy paciente, y con el, menos.
Me giro y le miro de frente. Una sacudida nerviosa me recorre las piernas, pero intento controlarme. Llevo las manos a la espalda y me sujeto al lavabo, mis nudillos se vuelven blancos de tanto apretar. Frunzo los labios; tengo que salir de aquí. Como sea.
Una cosa es tener al Sheriff a cinco centímetros de una pero en espacio abierto y otra muy distinta es tenerlo igual de cerca pero en un espacio de cuatro por cuatro. No, que va, nena, esto es muy peligroso.
Mucho.
-¿Qué es lo que están de punta? -susurro sin poder evitarlo.
El arquea una ceja. Estaba esperando la pregunta. Oh, coño, maldito si lo se: claro que estaba esperando la pregunta. Sabía que yo no podría resistirme a hacerla.
Con el mentón señala ligeramente mis pechos. Aturdida, bajo los ojos hasta mi escote: ahí están. Los malditos cabrones lucen como si estuvieran tensos, brillantes por una fina película de sudor, llenos... (supongo que para un vampiro deben ser dos recipientes de los que beber perfectos en este instante), y los pezones de punta.
Oh, oh.
Atraviesan la tela del sujetador y empujan contra el delgado vestido negro; esto no estaba así antes de que el se apareciera en el baño de señoras. A debido ser al aparecer él... oh, joder. Contengo un jadeo y una sensación de "sal corriendo" se intensifica por todo mi alrededor.
-Déjame salir -murmuro con voz tensa.
-No.
Estupefacta, ladeo de la cabeza mirándole con la boca abierta. ¿Ha dicho no?
Ha dicho no.
-¿No? -exclamo.
Eric niega lentamente con la cabeza. El cabello parece desparramarse un segundo, lanza un destello dorado bajo la luz del fluorescente y luego vuelve a su ser perfectamente. Como si nunca se hubiera movido.
Inmaculado.
-Antes tenemos que hablar -contesta.
-¿Aquí, en el aseo?
Un nuevo silencio. Una mirada que no se aparta de mi ni por un segundo. Oh, chico, basta ya, ya está bien. Estoy empezando a ponerme histérica.
-Déjame salir o me pongo a gritar. Te lo juro.
-Sal por la ventana si quieres.
Me lo ha dicho de forma burlona. Parpadeo más. Dos. Tres veces. ¿Como sabe él lo de la ventana?
-De todos modos -cruza los brazos sobre su pecho y se inclina un poco hacia delante, hacia mi.-, que grites más o menos es lo mismo. Nadie va a oírte aquí. Y aunque te oyeran, tampoco es que vayan a hacer mucho más caso.
-Aléjate de mí.
-No voy a comerte.
-Pues ayer no parecías pensar lo mismo.
Emite entonces una carcajada franca, seca, mientras se aparta un poco de mi. Me sobresalto. Oh, por todos los dioses, ¿es que nunca se va apartar de esa condenada puerta?
-Ayer te dije que te sentaras más cerca de mi.
-¿Y porqué tendría que hacerlo?
-Porque yo te lo digo.
-Eso no es razón suficiente.
-¿No...?
De pronto, da un paso hacia mí. Tan solo un pasito es lo que nos separa de estar prácticamente pegados. No respira, pero para maldito lo que me importa..., ya no sonríe. Me mira de forma turbia, seria. Una parte de mí, perdida tras una nebulosa, se pregunta porqué nadie entra al aseo... mientras una mano del vampiro se alza y me acaricia suavemente el cuello con los nudillos tensos. Muy suave. Un aleteo. Cierro los ojos un instante. Jadeo.
Joder, no puedo evitarlo.
Cuando los abro, el me está mirando como hipnotizado. Los nudillos se deslizan escote abajo, hasta rozar uno de mis pechos. Me siento tirante, de punta, como si fuera a saltar. Temblando, me echo un poco hacia atrás y el se echa un poco hacia delante. Su mano se abre y abarca el pecho completamente.
Estupefacta y completamente aturdida, abro la boca para inspirar fuertemente.
-¿Qué... haces...? -jadeo si poder evitarlo.
-Ayer te corriste por mí -musita, como si estuviera más pensandolo que diciéndolo.- ¿Podrías hacerlo hoy otra vez?
Oh, bien, basta. Ya. Ya. No puedo más, no puedo respirar, no puedo ni emitir un quejido... aquí está este vampiro de más de mil años, sexy como el demonio, increíblemente atractivo, pidiendome que tenga un orgasmo para el. Es más que suficiente, ¿o no, señoras...?
-Lárgate -le respondo con un gruñido, y hasta yo misma me asombro de mi audacia.- Lárgate y dejame pasar.
Ok, golpe directo al mentón: ahora si que he conseguido sorprenderle. Abre los ojos mucho, como si de pronto hubiera descubierto algo inusual en su bicho-raro-que-yo-soy, y su mano se aleja de mi pecho para cerrarse en mi garganta.
-¿Cómo...? -gruñe, y su voz se convierte en su feroz sonido.
Siento las sienes frías; no apreta, pero su mano es una garra de acero... inspiro aire. El se inclina un poco más a mí.
-¿Cómo has dicho? -exige con voz tensa, su voz es un sonido afilado, cortante como un cuchillo.
-Que te largues y me dejes salir.
De veras, señoras, de veras que no se de donde he sacado tanto valor. En verdad os lo juro: santo Dios, ¡estoy desafiando a un vampiro! Un vampiro que, por cierto, ya me está rozando con la punta de su nariz.
-¿Sabes que podría destrozarte por esto si quisiera?
Con un nuevo jadeo, me intento zafar.
-Déjame ir.
-Te he dicho antes que no. Vas a ser buena y te estarás quietecita. Vas a hacerlo. ¿A que si?
-Suel... tame.. -jadeo movidéndome. La puñetera mano me está aprisionando con demasiada fuerza.
-He dicho que no, Sue.
Mi nombre en su boca me estremece, a un nivel incosciente... cuando me empiezo a mover más, el me sujeta por el pelo con la mano libre. La mano del cuello me libera pero pasa a sujetarme por la nuca.
-Y ahora, ¿qué? -dice en un soplo. Es increíble, pero no puedo moverme de ninguna de las maneras.- ¿Que puedes hacer? Tengo más fuerza de la que tu pudieras siquiera imaginar, así que es inutil que te muevas tanto. Te harás daño si sigues así, porque yo no pienso soltarte. Es así de simple. Tómalo o déjalo.
Ops, chaval, aquí ya entra en primer plano el instinto de supervivencia puro y duro. Tiene la fuerza de un maldito demonio, pero yo no puedo quedarme quieta... es parte de mi naturaleza. Con un movimento rapido sujeto sus muñecas con mis manos pobres y mortales. Los esfuezos vanos es lo que tienen, ¿verdad?, que no sirven para nada...
El me está mirando fijamente. Con una mala leche que ya quisieran muchos chulos poder lucir a la hora de acosar a una chica... por un instante, se establece una muda pelea entre el y yo. Si alguien entrara en el baño en ese instante vería una curiosa imagen: una chica grande empequeñecida al lado de un gigantesco vampiro nórdico peleando como dos viejas.
Preciosa imagen, sí señor. Es todo absurdo y grotesco.
Sus ojos azules, como de acero, me miran fijamente. Se que no está intentando hipnotizarme, a saber porqué, pero de pronto hace algo que no me esperaba en absoluto. Lo hace y es algo que voy a recordar toda la vida. Lo hace y punto. Porque el es el Sheriff del Area 5, es Eric Norhtman, el puto amo.
Porque le da la gana, vamos.
Creo que debo parecer una especie de pollo en sus manos porque de pronto suspira frustrado, cabreado como el copón, y gira mi cabeza. Tiene esa expresión de "oh, coño, basta ya, me cansé de jugar", y entonces baja su rostro a toda velocidad hacia mi arteria.
Y me muerde.
Sí. Lo está haciendo. Me muerde.
Duele como el demonio. Quema y pica. Cierro los ojos, que estallan en lágrimas por pura inercia, y emito un jadeo vibrante. Los labios de Eric están sorbiendo y chupando hacia arriba, tira de la vena como si fuera una goma, un lacito, cualquier cosa antes que un canal de sangre... siento que el cuello arde, todo ese ardor se extiende por mi cuerpo, y antes de que me de cuenta estoy sujetándome a sus brazos. Eric me sujeta firmemente por las axilas, sus manos se clavan en mi carne haciendome tal daño que mañana tendré dos preciosos cardenales increíbles a ambos lados de mi cuerpo... oh, joder, eso me importaría realmente si no fuera porque la cabeza empieza a darme vueltas. ¿Me estará desangrando....?, no. No. No lo está haciendo. Lo único que hace es convertirse cada vez en más exigente, más posesivo... y cada vez bebe más y más profundo. Y mientras lo hace, sigue clavandome los dientes. Retrae los colmillos un tanto, los vuelve a hundir más profundamente... joder, tendré una herida del tamaño de un donut para siempre en ese lugar...
El lavabo cruje bajo nuestro peso. Rápidamente, el baja una mano y me abre las piernas. Se introduce entre ellas con una ferocidad increíble.
Al final, después de todo, si que me convertí en la cena.
Intento cerrar las piernas. Coño, hombre, eso si que ya es mucha intimidad... que beba de mi está mal pero que me folle sin habernos presentado... eso es tremendo. Sin embargo, ¡que va!, el vampiro no va a dejarme que haga lo que quiera: al sentir como intento rechazarle, aparta el rostro de mi cuello y me mira furioso. La boca ensangrentada, los colmillos expuestos en toda su longitud, sus ojos turbios... y se aprieta aún más contra mí. Oh. ¡Oh!
Yum-yum... tiene una erección de caballo.
Esto es... francamente asqueroso. Asqueroso y excitante. Una sucia mezcla de ambas cosas.
-No... -jadeo, mientras siento resbalar la sangre por mi clavicula hacia el pecho.
Forcejeo. El me sujeta más fuerte, sus caderas describen un lento círculo contra mí, y se inclina rápidamente. Me lame la sangre que resbala, dejando un quebradizo rastro rosáceo, y luego gira la cabeza hacia el otro lado de mi cuello. Vuelve a morderme.
Estupendo. Ahora tendré dos heridas del tamaño de dos donuts enormes.
La fiebre me sube bruscamente con la segunda mordida. Puedo notarlo, en la forma que arden mis sienes y mi frente, y en como se ve de turbio todo... es imposible resistirse a esta fuerza arrolladora, es como si un tren me hubiera desplazado por una vía de hierro ardiente. Gimo y supongo que estoy rindiéndome, de cansancio y a saber que, pero mi cabeza pende hacia atrás y mi cabello cuelga hacia la loza blanca. Eric baja la presión de sus dientes pero no me suelta el cuello. Lo que si hace es colocarme los brazos apoyados en el lavabo y yo obedezco en silencio, temblorosa. Sin dejar de beber, el se quita la chaqueta, que arroja al suelo sin miramentos, y se afloja los pantalones. Oigo, entre nebulosas, como baja la cremallera haciendo un curioso ruido... un dedo se desliza entre mis bragas , apartándolas, y de pronto lo siento en mi. Dentro de mi.
No puedo creerlo.
Sus manos ascienden hasta mis rostro y se aparta de mi cuello. Se lame los labios y empieza a hacer un moviento lento, oscilante... lejos, cerca, lejos, cerca... entra y sale de mi interior como si lo hubiera hecho siempre. Con ojos entornados le miro, cegada. Eric se inclina entonces y me besa.
¡Coño, como besa...! Lógico por otra parte: ha tenido miles de años para practicar ambas técnicas. Casi besa mejor que folla. Y mira que lo segundo lo hace bien... la sensación de sus manos en mi rostro, su cuerpo entrando y saliendo de mi al mismo tiempo que su lengua es todo lo que necesita una chica saludable y en perfecto estado mental para enloquecer. ¡Opsssss, salir volando...!
Así es como me siento ahora mismo.
Si no me suelta me ahogo. Miles de pensamientos van y vienen... sin sentido concreto. De pronto, Eric rompe el beso y dirige su rostro al hueco de mi cuello y hombro. Oh, mierda, va a moderme otra vez...pero, para mi sorpresa, no lo hace. Solo apoya ahí la frente. Me cuesta un poco entender, una vez su respiración ronca y estentórea me sorprende, que está a punto de tener un orgasmo.
Sus caderas intensifican el ritmo y de pronto hasta me duele la fuerza con la que me penetra; jadeando, siento que me ocurre lo mismo que a el... oh, por favor, ¡oh, por favor!!
-Suéltame... -suplico- suéltame, por favor, basta...
El gruñe junto a mi piel.
-Calla -le oigo murmurar.
-Oh, Eric, por favor...
Hay un silencio prolongado. Una parte de mi siente que se ha estremecido con su nombre en mis labios.. siento que de pronto se acerca a mi esa ola incipiente llamada orgasmo. Se acerca a la velocidad del rayo. Si no lo detengo rápidamente, se va a estrellar contra mi.
-Por favor, por favor, por favor, por favor, por favor... para... oh, Eric, por Dios, para... ¡para!...
Me besa ferozmente. Supongo que debe ser muy molesto que la tía que te estás tirando le de por cantar una letanía pero es que no puedo parar. Los primeros estremecimientos empiezan a sacudir mi cuerpo, que cada vez se agita más entre los brazos del Sheriff.
-Eso es, Sue... -susurra de pronto en mi oído, un jadeo más que un hilo de voz.- eso es, déjate llevar... córrete para mí...
No se si es la voz, la situación, su cuerpo, sus labios, las heridas que arden a ambos lados de mi cuello o todo a la vez pero el caso es que exploto en un orgasmo tan intenso que hace que vea estrellitas en el interior de mis párpados. Con un grito me venzo hacia atrás, mi cabeza golpea el espejo fuertemente y Eric ríe en alto antes de precipitarse en su propio orgasmo detrás de mí. Le oigo jadear, lanzar una maldición y luego relajarse bruscamente contra mi cuerpo, aún dentro de mí.
Por Dios, como pesa.
Furiosa, le empujo.
-Quita -digo, con trabajo. Los brazos y las piernas, y todo mi cuerpo, tiemblan tanto como si fueran de gelatina pura. El, sin embargo, parece tan perfecto, fresco e inmaculado como siempre.
No se si estoy cabreada con el, con su aspecto maravilloso de Don Perfecto 2009 o con el hecho de que me ha hecho sentir dos orgasmos fantásticos en apenas cuarenta y ocho horas.
-Aparta -insisto, y el se sale de mi. Sin dejar de mirarme se arregla los pantalones.
Tranquilamente, y como si la cosa no hubiera ido nunca con el, se aleja de mi y se hace a un lado. Con un gesto de burla me señala la puerta.
-Sí, lo se -le grito, completamente exasperada.-, ahora puedo salir.
Sin decir una palabra salgo casi corriendo del baño, echa una furia, revuelto el cabello y las ropas, luciendo una boca hinchada por los besos y el cuello machacado por dos marcas circulares que están empezando a oscurecerse.
Casi me parece oír la risita de Pam a lo lejos...

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